martes, 20 de enero de 2009

Peón rural: Eternos convidados de piedra al festín de los ruralistas

La gente del campo es gente sacrificada. Lo sé por herencia familiar: mi abuelo fue peón rural. Sus patrones lo hacían dormir en un galpón, cada tanto lo convidaban con un asado y, en época de elecciones, le facilitaban las cosas: le pedían su libreta cívica y se la devolvían sellada, como para que no perdiera tiempo en la faena de sol a sol. Mi abuelo, les decía, era hombre de campo. Usaba boina ladeada, pantalones de Grafa y alpargatas Rueda. Sabía de la "luz mala" y me enseñó un método infalible para cortar las tormentas, que todavía uso: se hace una cruz de sal y se clava una cuchilla al centro. Juro que deja de llover. A falta de sal, también se pueden cruzar dos zapatillas. Entonces llueve, pero con menos intensidad.Se llamaba Carlos Cosentino. Vivía en Junín, estudió con Evita (se ufanaba de haber sido su primer novio: "Ella se sentaba en el pupitre de adelante y yo le tiraba las trenzas", recordaba siempre) y llegó a jugar de 9 en la primera de Sarmiento, donde lo apodaban "Larita". Nunca logró tener un pedazo de tierra. La tierra era del patrón. Lo que producía la tierra también era del patrón. Del patrón eran, además, los caballos,
las vacas, los chanchos, el asado con cuero, el sulky, el arado, el voto y hasta los hijos y la mujer del peón por el derecho de pernada.Mi abuelo se hizo peronista porque la oligarquía vacuna odiaba a Perón, ese "general fascista" que dictó el Estatuto del Peón, reconociéndole derechos
ciudadanos a un montón de gente que hasta entonces era, apenas, la mano de obra esclava de un país próspero pero infame.Trazar un paralelo entre aquellos oligarcas de la vaca atada con estos productores que piquetean la ruta por la suba de las retenciones, me parece una exageración. Asumo que estoy tentado, pero no puedo dejar de ver que detrás del señor Luciano Miguens, el presidente de la Sociedad Rural, cuyo campo se llama "Patria Chica", en abierta confesión de parte sobre el modelo de país excluyente que pretende, también hay pequeños productores que piden con más o menos razón una línea de crédito más blanda, subsidios o algo de compresión del poder central. Muchos de ellos, por caso, fueron leales seguidores de Humberto Volando, un luchador tenaz de la Federación Agraria que se opuso a las dañinas políticas de los '90, algo que debería recordar Cristina Kirchner cuanto mete a todos en la misma bolsa. Pero la reacción de la clase media acomodada me desconcierta. Unos, en Larrea y Santa Fe, dicen protestar en "apoyo al campo" y otros, en la Quinta de Olivos, por ejemplo, van más lejos: gritan que no quieren "otra Cuba", que están hartos de "vivir en los '70" y califican a Cristina de "montonera resentida, que le compró un mini-cooper a su hija".Me cuesta entender la relación entre una cosa y la otra. Escucho movileros exaltados que bajan línea hablando de "vecinos autoconvocados" y "ciudadanos" para referirse a los caceroleros potables y de "militantes", "grupos de choque" y "patoteros" cuando les toca identificar a los grupos kirchneristas que
avanzaron sobre la Plaza de Mayo.Esos mismos movileros son los que ahora descubrieron que hay piquetes buenos, en sintonía con el vice de la Rural, que se enorgullece del color de piel de los que encabezan los cortes; y no de los malos, los que hacían en el pasado los andrajosos, piojosos, pobres de toda pobreza, echados a patadas del sistema, hijos del conurbano que tanto enojaban a los taxistas de Radio 10. No, estas acciones de protesta son de gente aria, de buena verba, "muy trabajadores", hijos de inmigrantes. ¿Nadie piensa un poquito antes de hablar?De golpe creo que el país atrasa. Que vive un odio viejo, que no aprendimos nada. Que Kosteki y Santillán hoy volverían a ser fusilados por la policía de Macri. Que dentro de poco va a salir un videojuego llamado "Mate al cartonero". Que, al fin de cuentas, la intolerancia es lo único que nos hace parecidos. Veo a periodistas progres indignados por la ausencia policial en la zona de refriega y me deprimo, sinceramente.Se me caen los ídolos. De a uno. Veo a chicos de la Universidad de Belgrano ofendidos no tanto por las retenciones al agro como por las extensiones de Cristina.¿Nadie se pregunta cómo sería el país sin las retenciones? Yo les cuento, si quieren. Con suerte el litro de leche saldría 6 pesos.Un kilo de tomate, 22. El asado, 30 o 40. El lomo, señora, 95 o 100. Una plantita de lechuga, 10. No se entiende por qué la gente apoya algo que le daña el bolsillo.O mejor dicho, sí: por el odio.El odio del "viva el cáncer".Un odio rancio, del peor pasado, visceral. El mismo odio imbécil que elige como blanco mediático a Moreno, un funcionario mediocre a juzgar por los resultados en su lucha contra la inflación, pero que no decide los aumentos que consumen el salario.Moreno manipula las cifras del Indec y será juzgado por eso.
Tampoco convoca a los mejores expertos del Estado en estructura de costos para discutir con argumentos científicos a los formadores de precios. Pero mientras tanto, la prensa canalla lo vapulea y tiende un manto de impunidad a las perradas de sus anunciantes.Aceptémoslo, la dictadura vive en nosotros. Esa es la peor herencia, que atiza nuestros miedos y nos empuja a una revolución de cacerolas llenas. El lockout de los exportadores atenta contra la alimentación de la mayoría. Ellos quieren venderles a los chinos, a los europeos, a los indios, o a los canadienses, a los que compran en dólares o en euros. Para ellos no existimos: somos apenas una retaguardia hambrienta que no da ganancias, un ejército de salarios flacos que no puede pagar los precios que ellos quieren por sus productos, que hoy cotizan en oro. El mundo es el negocio. Los argentinos, para el señor Miguens, una fatalidad geográfica.Algunos se ponen histéricos cuando se habla de "ley de abastecimiento" o "del agio" o de la "especulación". Ahora bien: son leyes que existen desde que una Argentina, la próspera e infame, usa el desabastecimiento, la especulación y el agio para defender sus privilegios y negarle a la otra Argentina, la de la mayoría, el derecho a comer, a vestirse, a educar a sus hijos, a la tranquilidad de una buena vida, sin humillaciones ni sobresaltos.Vivo estas horas con asombro. La mayoría del periodismo critica del discurso de barricada de Cristina la confusión sobre la ubicación de la laguna La Picasa. Y callan sobre su párrafo más polémico, que habla de las reales limitaciones de este gobierno: ese donde reconoció que los más pobres pagan de IVA lo mismo que el señor Miguens, como si fuera una relatora de injusticias y no la cabeza del Estado que mantiene un régimen impositivo antipopular.Pero somos lo que decimos y, desde Freud para acá, también lo que evitamos decir. Hace siete años, el sistema financiero nos puso al límite de la disolución. La sociedad en pleno sostuvo a los grupos económicos nacionales. Ahora, la Patria Ganadera apuesta al caos. Ya aparecen los defensores del mercado, otra vez, pidiendo una retirada en masa de las intervenciones y las regulaciones. La verdad es que el país sin Estado ya lo padecimos. Nos hace falta todo lo inverso. Las 300 familias más ricas del país tienen una utopía que deja afuera a millones. No se bancan ni un gobierno de centro. Gritan escandalizados como si el kirchnerismo fuera la izquierda bolchevique y hubiera planteado una Reforma Agraria cuando, a lo sumo, les retiene algo una vez que ya lo cobraron.La oposición merece un capítulo aparte en estas horas tensas. Salvo Claudio Lozano, el único que, más allá de su franca y reconocida pelea con el Gobierno, defiende la política de retenciones –que debería extenderse a la minería y a la pesca, recursos de los argentinos que hoy usufructúan cuatro vivos ante la indiferencia oficial–, el resto practica un oportunismo incendiario que envilece cualquier discusión.Perdón por la sinceridad de estas líneas. Seguramente hay excesos de forma y de fondo en ellas. En nada involucran a la empresa editorial para la que trabajo ni a sus accionistas y no las suscriben siquiera la totalidad de los que integramos este colectivo de trabajo llamado Veintitrés. Acá cada uno piensa lo que quiere.Es una opinión escrita al calor de las cacerolas por una persona que quiere que sus tres hijos tengan la posibilidad de un país mejor que este.Y que tiene que confesarles que se hizo periodista porque su abuelo, que alcanzó a terminar la primaria antes de ir a trabajar para sus patrones, leía diarios y revistas y se encontraba poco y nada en ellos. Los medios, en general, hablaban de otro tipo de gente. Él me enseñó, por ejemplo, que los diarios como La Nación y La Prensa eran diarios de doctores: había que tener escritorios para abrirlos y poder leerlos. Para el que viajaba en colectivo estaba Crónica, que él compraba religiosamente todas las mañanas. Ahí hablaban de paros, de gremios, de turismo sindical, de cosas que a los tilingos enfadan.El olor a tinta, el papel en el pecho para evitar el frío, la pasión por la lectura son su más hermoso legado. Cuando murió, debajo de su colchón no había dinero: sólo diarios viejos, varios Solidaridad Socialista –el diario del MAS de Zamora– que yo intentaba que leyese allá por los '80 y las fotos de un hijo bombista al que adoraba.Yo no podía dejar de pasar esta oportunidad
de hablarles de un hombre de campo: mi abuelo.

Autor: Roberto Caballero

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Redondito, eh?

El anónimo dijo...

Tengo en mis manos una revistuela de Federacion Agraria llamada la Tierra, lo que no entiendo es porque la UATRE, del traidor Momo Venegas financia la publicacion garpandole 2 publicidades a pagina completa en la la revista.

Anónimo dijo...

Encima amigo con la musica de fondo que mandaste me estás haciendo moquear!
Muy bueno el post y ojalá la brutalidad de este pueblo llegue a entender las cosas tal cual son.
Si el gobierno se jugara,le poddría
hacer llegar una copia a cada hogar
o explicarlo en cadena nacional,porque somos burros muy burros y dejamos a Carrió en total libertad de desatar el odio que
desató.
Y sé que fue ella la que prendió
la mecha!

Saludos.

Anónimo dijo...

Viejito Matías, es cierto lo que decís, pero creo que la bomba va a terminar estallando en sus propias manos en octubre cuando coseche lo viene sembrando desde hace años: Odio, división, rencor, resentimeinto, etc, etc, la gente le va a dar la espalda, o por lo menos la gente sensata.

Anónimo dijo...

Tengo la misma sensación que vos amigo.
Me picotéa la cabeza la idea de que la bomba les estalle en la mano.
Como no pueden dar marcha atrás en su discurso descalificativo y cargado de odio hasta el hartazgo,es muy probable que colmen de aca hasta octubre la paciencia del pueblo.
Y si qusieran moderar el discurso,la
gente se va a dar cuenta que se estan haciendo los buenitos porla intentona fracasada de sembrar odio.
No puedo dejar de creer en mi pueblo aunque aveces pongo en duda su sentido común,pero no creo que
falle y sobre todo si Cristina sigue gestionando y nos mantiene en
linea de flote,ante un mundo hundido.

Saludos.

Anónimo dijo...

Carta muy boluda. Sacó unos precios quien sabe donde.
Debe ser porque es decendiente del patrón de su abuelo por el famoso "derecho de pernada" y no lo reconocieron.

Anónimo dijo...

Hola, los invito a todos a unirse a este grupo de facebook que no se banca a Carrio:

http://es-la.facebook.com/group.php?gid=64018586322

David Grasún dijo...

A partir del 1º de enero de 2009 la jornada laboral para los trabajadores rurales es de 8 horas; antes se basaba en motivos propios de la faena agraria y carecía de límites. La recuperación de los derechos laborales es lenta pero hay avances.

Ester Lina dijo...

Los campesinos no son el "campo" que vimos en la contienda. Los del conflicto son los de las 4 entidades, que tienen propósitos comunes... Y que llevan años de acuerdos:
“Las cuatro votaron contra la jornada laboral de ocho horas y a favor del trabajo “de sol a sol”. Las cuatro rechazaron otorgar un premio estímulo para que los trabajadores terminen la escuela. Las cuatro se opusieron a la entrega de ropa de trabajo para los peones. Las cuatro son las “entidades del campo”, aliadas ahora en la Mesa de Enlace contra las retenciones móviles y que llevan años de coincidencias a la hora de discutir las condiciones laborales de los trabajadores rurales. Así lo evidencia una recopilación de resoluciones de la Comisión Nacional de Trabajo Agrario, el ente que regula el trabajo en el campo y que integran empleados, empresarios y el Estado, en las que figura la oposición sistemática de las cuatro cámaras rurales a distintos avances en materia de derechos laborales. En los documentos, las cuatro apoyan en conjunto mantener las pautas del Régimen Nacional de Trabajo Agrario, sancionado en 1980 con las firmas de Videla, Harguindeguy y Martínez de Hoz”. (Es copia de Andrés Osojnik)
Saludos

DIALECTICA dijo...

Buenas mi nombre es Gabriel Belek estudio historia en la UBA, mi abuelo también era Peón rural -lamentablemente era un gorila- hice un trabajo al respecto sobre los obreros rurales si te interesa te lo mando mi mail es gbelek@yahoo.com si te interesa visita el blog de la banda que toco.

Saludos
Gabriel

Ramiro dijo...

Me encantó el post. Verdaderamente quiero felicitarte por lo que escribiste.

Anónimo dijo...

Excelente Comentario.